¿Alguna vez has prestado atención a cómo te hablas a ti mismo?
No me refiero solo a los pensamientos fugaces que pasan por tu mente, sino a la narrativa interna que construyes día tras día.
Esa voz interna que suele centrarse en los errores y no tanto en los aciertos. Y es que no solo moldea tu confianza y autoestima, sino que también determina cómo te comunicas con los demás.
El impacto de nuestro diálogo interno
La comunicación no empieza cuando abrimos la boca, sino mucho antes, en nuestro diálogo interno.
Las palabras que nos dirigimos a nosotros o nosotras mismas, afectan a nuestras emociones, decisiones y, en consecuencia, a la manera en la que nos relacionamos con el mundo.
Si constantemente te dices «no soy bueno en esto», «seguro me equivoco», «mejor no hablo para no quedar mal», esa inseguridad se reflejará en tu comunicación externa.
En cambio, si tu discurso interno es positivo, retador y alentador, tu manera de hablar con los demás cambiará radicalmente.
Dejarás de comunicarte con miedo y empezarás a hacerlo con convicción y seguridad.
No es nada fácil
Todos tenemos este tipo de pensamientos. Y digo este tipo de pensamientos porque generalmente suelen ser los negativos y dolorosos.
Quizá nadie te enseñó de niño o no el tiempo suficiente, a celebrar tus pequeñas victorias y a celebrarte como persona. Y a dejar atrás los numerosos traumas que solemos llevar en la mochila.
Traemos traumas y pensamientos tóxicos a nuestras espaldas, y lo peor de todo esto es que, germinan en el entorno más cercano. En el seno familiar, con profesores, amigos, etc.
Poner el acento en los logros y en lo positivo puede hacer un cambio importante en cómo te relacionas contigo mismo.
Si le dedicas palabras bonitas y amables a tus amigos y conocidos, ¿Por qué no a ti mismo?
La energía de la palabra
Según el Foro Económico Mundial, la manera en que nos hablamos a nosotros mismos puede influir significativamente en nuestra conducta y bienestar.
La investigación sugiere que técnicas como imaginar situaciones futuras agradables y dirigirnos en segunda persona durante nuestras autoafirmaciones pueden aumentar su efectividad.
Cada palabra que te dices a ti mismo tiene un peso y una energía que se traduce en tu tono de voz, tu lenguaje corporal y la manera en que otros te perciben.
Un discurso interno debilitante te hará proyectar inseguridad, mientras que un discurso interno fuerte y positivo te dará una presencia más poderosa y magnética.
Piensa en los grandes comunicadores: su seguridad no viene de un talento innato, sino de la convicción interna con la que se hablan a sí mismos. Ellos se entrenan para dirigir su mente y sus palabras de manera consciente.
Cómo mejorar tu comunicación interna
- Escucha tu voz interna: Dedica unos minutos al día a observar cómo te hablas. ¿Eres tu mayor crítico o tu mejor aliado?
- Cambia tu narrativa: Sustituye frases negativas por afirmaciones más constructivas. En lugar de «soy malo en esto», di «estoy mejorando cada día».
- Habla en voz alta: El poder de la palabra se multiplica cuando la pronunciamos. Usa frases de refuerzo positivo cada mañana.
- Visualiza tus éxitos: Cierra los ojos y observa cómo te comunicas con seguridad y fluidez en una reunión, en una presentación o en una conversación difícil.
- Rodéate de un lenguaje poderoso: Consume contenido que refuerce una mentalidad fuerte y evita entornos donde el lenguaje sea limitante.
Conclusión
Tu comunicación interna es el cimiento de tu comunicación externa.
Si quieres expresarte con claridad, confianza e impacto, empieza por hablarte a ti mismo con respeto, cariño y determinación.
La manera en la que te hablas hoy, definirá la manera en que el mundo te escucha mañana.
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Además estoy preparando un curso para el mes de Abril donde trabajaremos la comunicación interna.
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